En la antesala al clásico platense, Alejandro Orfila dejó su cargo como entrenador de Gimnasia y Esgrima La Plata, cerrando un ciclo que comenzó con promesas de reconstrucción y terminó envuelto en frustración. La decisión fue comunicada oficialmente por la dirigencia tras doce partidos al mando, en los que el equipo nunca logró consolidar una identidad ni un funcionamiento competitivo.
El proyecto del técnico uruguayo, que había llegado con un discurso de renovación, se desmoronó rápidamente. El Lobo se encuentra hoy a tan solo cinco puntos de volver a pelear por la permanencia, un escenario que encendió todas las alarmas en la institución. Según se revelorevelo, la relación entre el entrenador y el plantel estaba completamente desgastada: el mensaje ya no generaba respuesta y la confianza interna se había roto.
Aunque algunos dirigentes presionaban por un cambio antes, la victoria ante Sarmiento de Junín le había dado a Orfila una pequeña extensión en su mandato. Pero el nuevo tropiezo deportivo, sumado al creciente malestar de los hinchas, volvió insostenible su continuidad. Así, el interinato recaerá nuevamente en Fernando Zaniratto, quien asumirá de forma provisional para dirigir el clásico frente a Estudiantes, este domingo a las 15 en el Estadio UNO.
El paso de Orfila dejó más sombras que certezas. En total, el Lobo disputó doce encuentros, con solo cuatro victorias y siete derrotas, evidenciando una marcada irregularidad. A pesar de las múltiples variantes tácticas y cambios de esquema, el entrenador nunca logró imponer una idea de juego clara ni consolidar una formación base. Los jugadores, según trascendió, no comprendían ni compartían algunas decisiones estratégicas, lo que terminó de romper el vínculo técnico–plantel.
Desde lo político, su salida deja en evidencia la falta de planificación deportiva de la dirigencia y el efecto dominó de decisiones apresuradas. En un club donde la estabilidad institucional se ve constantemente amenazada por los resultados, cada derrota se traduce en crisis y urgencias, más que en análisis y construcción a largo plazo.
La crisis de Orfila no fue solo deportiva, sino también de comunicación, liderazgo y gestión. Su discurso inicial, que prometía “orden, intensidad y compromiso”, se diluyó en la vorágine de un campeonato adverso. Hoy, Gimnasia enfrenta nuevamente el desafío de reconstruirse, apelando al orgullo y la mística de su historia para intentar salir del pozo.