En el año 1919, en el diario El Argentino de la ciudad de La Plata, se publicó un artículo sobre la reciente Reforma Universitaria, iniciada en Córdoba y propagada por toda América Latina, en el que se señalaba “la necesidad de destronar a un modelo de estudio anacrónico, por un lado, y enaltecer la vida universitaria por el otro”. Estaba firmado por Alejandro Korn, quien junto a Deodoro Roca y uno de sus hijos había sido uno de los ideólogos de ese poderoso movimiento reformista. Se desempeñó como vicerrector de la Universidad de La Plata –en los años en que a cargo del Rectorado estaba Dardo Rocha–, y fue el primer funcionario universitario en América Latina en ser elegido por el voto estudiantil, para el cargo de decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires.

Quien fuera presidente de Guatemala, Juan José Arévalo, en los años en que fue su alumno en la Universidad Nacional de La Plata dijo que “Alejandro Korn es el maestro por antonomasia”. Concebía la educación como un proceso dinámico, destinado a ­conmover la inercia y evitar el estancamiento, para ello hay que incentivar “una intensa cultura ética y estética, genuinamente argentina, ennoblecida por el anhelo de la justicia social y destinada a superar, sin desmedro para la ciencia, la época intelectualista y utilitaria”.

Caso curioso el de Alejandro Korn, que nació el 3 de mayo de 1860 en una localidad que después de muerto llevaría su nombre, ubicada en el partido de San Vicente. De su padre heredó la consecuencia ideológica. Carlos Adolfo Korn era un médico y militar alemán que se negó a participar de la ­represión de una huelga de trabajadores ­textiles durante la revolución social de 1848 y que, para salvar su vida, debió exiliarse. Por su parte, Alejandro fue intendente de nuestra ciudad, designado en el cargo a ­instancias de la revolución de 1893, pero se fue alejando del radicalismo para adherir a las ideas socialistas. Pensaba que el ­socialismo era la filosofía capaz de “libertarnos de la pesadilla del automatismo ­mecánico y devolvernos la dignidad de ­nuestra personalidad libre consciente, libre y dueña de su destino... Si queremos un mundo mejor, lo crearemos”. Fue un estudioso de la obra de Jean Jaurés, Hegel y Marx. Y un profundo amante del deporte: entre los años 1891 y 1894 fue presidente del club Gimnasia y Esgrima de La Plata –gracias a sus gestiones, la institución obtuvo la habilitación para construir en 1 y 47 su primer campo de entrenamiento–.

Una vez recibido de médico, graduándose con una tesis sobre locura y crimen, se casó con María Villafañe y se radicó en La Plata. Tuvieron siete hijos, uno de ellos, Alejandro, un lúcido militante reformista; otro, Guillermo, fundador del Teatro del Pueblo. En 1910 fundó la Sociedad Médica de La Plata, de la que llegó a desempeñarse como presidente. Vivía en calle 60 entre 8 y 9.

Tuvo una fuerte ligazón con la masonería, con 21 años ingresó a la logia Germania n° 19, siendo nombrado, dos años después, como Venerable Maestro. Ya radicado en la ciudad, se integró a la logia La Plata n° 80, de la que también participaban otros vecinos muy influyentes, como Pedro Benoit y Carlos Luis Spegazzini. En el año 2009 se creó una logia que lleva su nombre.

Durante 18 años dirigió la colonia psiquiátrica de Melchor Romero, que actualmente lleva su nombre. Su nombramiento fue en 1897, por entonces se trataba de una colonia-hospital de 80 hectáreas que él extendería a 180. Allí pudo poner en práctica los principios de “la libertad creadora” y fue por su iniciativa que los internos de dicho hospital colaborarían con las obras del Lago del Bosque que se inauguraría el 11 de diciembre de 1904, y que “los cuerdos” vaciarían 60 años después buscando armas que jamás encontraron. En ese paseo, junto a Florentino Ameghino, Juan Vucetich, Almafuerte y Carlos Spegazzini, hay un busto que lo recuerda como uno de “los cinco sabios” de La Plata. Asimismo, lleva su nombre la avenida 19 de nuestra ciudad.