Carlos Augusto Fajardo es una figura que, a pesar de su relevancia histórica, ha sido relegada al olvido. Nacido en 1830 en San Carlos, Uruguay, en una época de intensos conflictos en la región de la pampa, Fajardo creció en un ambiente marcado por las tensiones políticas y militares. Su vida transcurrió entre idas y venidas, primero hacia Brasil en su juventud debido a la militancia de su familia en el Partido Colorado, y luego de regreso a Uruguay, donde se involucró en la vida política y periodística.
Durante la década de 1850, Fajardo se asentó en Chivilcoy, Argentina, después de verse obligado a abandonar nuevamente su tierra natal. Allí, desempeñó múltiples funciones en la administración local, destacándose por su carácter multifacético y su capacidad para adaptarse a diferentes roles. Su relación con Dardo Rocha, quien más tarde sería el fundador de La Plata, fue fundamental para su futuro.
En 1882, Rocha lo nombró primer Juez de Paz de la futura capital de la provincia de Buenos Aires, un rol que marcó el comienzo de su contribución a la fundación de La Plata. Fajardo supervisó la organización administrativa de la nueva ciudad, colaborando con otros pioneros en la distribución de tierras y en la creación de las primeras instituciones locales.
A pesar de su importancia, el nombre de Fajardo ha sido casi borrado de la memoria colectiva. Falleció en 1920 a los 90 años, dejando tras de sí una estela de logros que merecen ser recordados. Su vida y trabajo en La Plata reflejan no solo la historia de una ciudad, sino también la de una región profundamente conectada por los lazos rioplatenses.