El eje Milei Trump se consolida tras la CPAC: la visita de Bennett en Buenos Aires apunta a un acuerdo histórico
La reciente visita de Barry Bennett a la Casa Rosada, asesor político clave del presidente estadounidense Donald Trump, guarda una estrecha relación con los gestos de cercanía que el gobierno argentino y la administración norteamericana han venido mostrando desde la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC).
Aquella cita, celebrada en Washington D.C. el pasado febrero, sirvió de marco para formalizar la sintonía ideológica entre Javier Milei y Donald Trump, reflejada en una fotografía que rápidamente recorrió el mundo.
En aquel encuentro, Bennett fue uno de los artífices de la agenda que permitió el diálogo de alto nivel entre ambas partes. Hoy, con su llegada a Buenos Aires, se confirma la voluntad de profundizar los temas que emergieron en el foro conservador.
Durante su reunión con Santiago Caputo, principal asesor del presidente Milei, repasaron la posibilidad de avanzar hacia un acuerdo de libre comercio y la necesidad de “destrabar” la burocracia que, en su visión, entorpece la concreción de convenios favorables para las dos naciones.
Para el entorno de Milei, la participación en la CPAC ha significado un impulso decisivo en la construcción de una relación bilateral sólida con la Casa Blanca. Si bien los lazos se venían gestando desde hacía tiempo —Caputo y Bennett habían coincidido en versiones anteriores de la conferencia tanto en Argentina como en Estados Unidos—, la edición en Washington consolidó la cercanía entre dos gobiernos que comparten una plataforma liberal-conservadora y que aspiran a reordenar la posición de sus respectivos países en el plano internacional.
El presidente argentino aprovechó la tribuna de la CPAC para presentar su visión de un Estado mínimo, bajas regulaciones y un mayor margen para la libertad individual. Por su parte, Donald Trump renovó su compromiso con el nacionalismo económico y la defensa de los valores conservadores.
Esa afinidad ideológica actuó como palanca para agilizar contactos que, hace unos años, habrían parecido improbables. La fotografía de Milei y Trump, posando tras bambalinas en la convención, simbolizó la apertura de un nuevo capítulo en la política exterior argentina.
La llegada de Bennett a Buenos Aires, en efecto, constituye la continuación natural de aquellos acercamientos. La charla distendida con Caputo, que culminó en un almuerzo en el salón donde solía comer Juan Domingo Perón, no se limitó a protocolos diplomáticos; testigos describen un ambiente de franca camaradería, en el que se abordaron puntos concretos relacionados con la agenda bilateral, incluyendo las posibilidades de un acuerdo de libre comercio y la forma de surcar las exigencias del Mercosur.
Dado que la Casa Rosada busca un acercamiento más directo a la administración Trump, la sintonía expresada en la CPAC es ahora un activo fundamental para superar las barreras políticas e institucionales.
El presidente Milei ha sido claro al enfatizar la necesidad de flexibilizar las restricciones comerciales que implica la pertenencia al bloque regional, prometiendo inclusive reconsiderar los términos de la permanencia argentina en el Mercosur si no se abre espacio suficiente para una negociación independiente con Estados Unidos.
La CPAC, por otro lado, se ha transformado en un espacio donde las fuerzas conservadoras del mundo—y en especial de América—exponen sus coincidencias y forjan alianzas. No fue casualidad que, en la edición de Washington, líderes de distintas latitudes estrecharan vínculos con la administración estadounidense para tratar temas tan diversos como la política comercial, la seguridad nacional y la confrontación con lo que consideran el “establishment globalista”.
Para Milei, ese foro representó una oportunidad para proyectar su gobierno a escala internacional y diferenciarlo de la línea intervencionista y estatista que ha predominado en gran parte de América Latina.
La reunión en la Casa Rosada, por lo tanto, adquiere un peso simbólico y práctico. Simbólico, porque refuerza la idea de que el liderazgo argentino actual se alinea con una ola conservadora que encuentra en la CPAC su principal plataforma de difusión.
Práctico, porque del diálogo con Bennett podrían surgir los lineamientos de un posible tratado comercial que, de concretarse, modificaría sustancialmente el rumbo de la economía argentina. Se abrirían nuevas oportunidades para la exportación y la inversión.
En última instancia, la presencia de Barry Bennett en Buenos Aires confirma lo que ya se vislumbraba tras la fotografía de Milei y Trump en la CPAC: la Argentina de Milei busca insertarse en un eje político y económico que, a través de la Casa Blanca, apuesta por la desregulación, la baja de impuestos y la libertad de mercado como motores de progreso.
Ahora, las negociaciones demandarán un fino equilibrio entre las aspiraciones nacionales y los requisitos formales de una asociación comercial, entre las promesas de prosperidad y las realidades de la geopolítica regional.
Para el gobierno argentino, el reto consiste en convertir la confianza generada en el foro conservador en resultados tangibles que favorezcan a los ciudadanos. De lograrlo, la CPAC pasaría de ser simplemente un escenario simbólico a convertirse en la génesis de un histórico giro en la política exterior y económica de la Argentina.
Para los dirigentes que suscriben los valores de la derecha liberal, se trata de una oportunidad inigualable para demostrar que las convicciones proclamadas ante el público internacional pueden materializarse en acciones concretas y beneficios palpables para el país.