La palabra “michi”, muy usada hoy para referirse a los gatos, tiene un origen mucho más antiguo y profundo que un simple apodo tierno.
Su historia se remonta al siglo XVI, cuando los españoles introdujeron gatos domésticos en América y utilizaban el sonido “mishi, mishi” para atraerlos. Este sonido fue adoptado y adaptado por diversas lenguas originarias, dando lugar a términos como “miis” en maya, “misitu” en purépecha, “mixi” en otomí y “mistntli” en náhuatl.
Así, “michi” no solo es un término popular, sino un reflejo del cruce cultural entre los pueblos indígenas y los colonizadores. A lo largo de los siglos, estas comunidades hicieron propio el término, transmitiéndolo hasta la actualidad.
Con el tiempo, “michi” se consolidó como una forma afectiva y cercana de llamar a los gatos, especialmente en la cultura popular latinoamericana y en las redes sociales. Según el Diccionario de Americanismos, es una expresión cariñosa para los gatos domésticos que refleja el vínculo especial entre las personas y sus mascotas.
De esta manera, “michi” simboliza una conexión cultural que une el pasado indígena con el presente digital, mostrando cómo el lenguaje evoluciona y perdura a través de la historia.
