En un pequeño taller de City Bell, lejos de las grandes fábricas de sonido, un hombre llamado Omar Rojas se dedicó durante décadas a construir equipos de audio de manera artesanal. Con sus manos y su ingenio, creó verdaderas obras de arte sonoro que cautivaron a músicos y melómanos de todo el país.
Todo comenzó como un hobby. Amante de la música, Omar soñaba con tener un equipo de sonido que le permitiera disfrutar de sus discos favoritos con la mejor calidad posible. Sin encontrar en el mercado lo que buscaba, decidió construir su propio equipo. Así, en un pequeño taller, comenzó a experimentar con circuitos, maderas y metales, dando vida a sus primeras creaciones.
El taller de Omar se convirtió en un espacio mágico donde la creatividad y la pasión por la música se fusionaban. Allí, rodeado de herramientas y materiales, este artesano del sonido pasaba horas diseñando y construyendo equipos únicos y personalizados. Cada pieza era el resultado de un proceso artesanal, donde la precisión y la atención al detalle eran fundamentales.
El taller de Omar se convirtió en un punto de encuentro para músicos y amantes de la música. Artistas como Les Luthiers, Charly García, Skay Beilinson y muchos otros pasaron por allí en busca de equipos de alta calidad. Omar no solo era un fabricante de sonido, sino también un amigo y confidente de muchos músicos.
La pasión de Omar por el sonido era evidente en cada detalle de sus creaciones. Su objetivo era lograr una reproducción lo más fiel posible de la música original, capturando cada matiz y cada emoción. Para ello, utilizaba materiales de alta calidad y ponía todo su conocimiento y experiencia al servicio de cada proyecto.
Aunque el taller de Omar ya no existe, su legado sigue vivo. Los equipos que construyó siguen siendo utilizados y apreciados por muchos músicos. Su historia es un ejemplo de cómo la pasión y la dedicación pueden llevar a crear cosas extraordinarias.