La quema de muñecos de fin de año, una de las expresiones culturales más emblemáticas de La Plata, atraviesa horas decisivas. A pocos días del Año Nuevo, decenas de grupos de muñequeros confirmaron que mantendrán la quema de sus momos en distintos puntos del Casco Urbano.
La decisión oficial de limitar estos eventos al perímetro de la circunvalación generó malestar entre artistas, vecinos y familias que llevan meses trabajando en la construcción de los muñecos. Para muchos, el cambio llegó tarde y sin margen de maniobra, afectando una tradición que se construye barrio a barrio y que forma parte del paisaje cultural platense desde hace generaciones.
Frente a este escenario, los muñequeros optaron por organizarse de manera independiente. Además de ratificar la quema, elaboraron un mapa alternativo que incluye al menos 18 momos que no figuran en el listado oficial de autorizaciones, ubicados en distintos puntos del centro de la ciudad.
“Hace años que los muñecos se queman en las mismas esquinas, sin incidentes, con vecinos organizados y cuidando cada detalle”, señalan desde los grupos, que remarcan que el traslado a zonas alejadas no es una opción viable para estructuras de gran tamaño y para equipos conformados mayormente por gente del barrio.
La tensión aumentó luego de que se ordenara la clausura de uno de los muñecos ya montados, lo que despertó preocupación entre otros grupos que temen sanciones o multas en plena cuenta regresiva hacia el 31.
“El aviso llegó a pocos días de la quema, cuando ya estaba todo hecho. No se puede desarmar ni trasladar un muñeco de un día para el otro”, explicó uno de los creadores, que prefirió mantener su identidad en reserva. “Las reglas tienen que estar claras desde mucho antes”, agregó.
Para quienes sostienen esta tradición, la quema de muñecos no es solo un evento de fin de año. Es trabajo colectivo, es encuentro entre vecinos, es mate, es música y es memoria barrial. Cada muñeco resume meses de esfuerzo y una forma de celebrar que atraviesa generaciones.
Mientras La Plata se prepara para despedir el año, los muñequeros insisten en defender una práctica que consideran parte esencial de la identidad local. En cada esquina, el mensaje se repite: la tradición sigue viva y busca su lugar en la ciudad.
