En las entrañas de Ensenada, en un pequeño barrio llamado El Dique, nació y creció Hebe de Bonafini. En una humilde casa de la calle 48 bis, la futura referente de los derechos humanos vivió su infancia y adolescencia, forjando una identidad que la marcaría para siempre.
La infancia de Hebe estuvo marcada por la sencillez y la calidez familiar. En una casa rodeada de vecinos y amigos, la pequeña Kika, como la llamaban en su hogar, compartió juegos, risas y momentos inolvidables. Su padre, un trabajador incansable, y su madre, una mujer fuerte y dedicada a su familia, le inculcaron valores como la solidaridad y la lucha por la justicia.
A pesar de las limitaciones económicas, Hebe tuvo una infancia feliz. Disfrutaba de la compañía de sus hermanos, de los juegos en la calle y de las reuniones familiares. Sin embargo, su vida también estuvo marcada por la enfermedad: el asma la acompañó desde temprana edad, limitando en ocasiones sus actividades y generando momentos de angustia.
A pesar de las adversidades, Hebe demostró desde joven una gran determinación y una fuerte personalidad. A pesar de tener que abandonar sus estudios a temprana edad, nunca dejó de aprender y de cultivar su intelecto. Su amor por la lectura y su inquietud por el mundo la convirtieron en una mujer culta y reflexiva.
El matrimonio con Humberto Bonafini y la maternidad marcaron un nuevo capítulo en la vida de Hebe. Sin embargo, fue la desaparición de sus hijos Jorge y Raúl, durante la última dictadura militar, lo que la impulsó a convertirse en una de las principales referentes de la lucha por los derechos humanos en Argentina.
La historia de Hebe de Bonafini es una historia de lucha, de resistencia y de esperanza. Pero también es una historia de una mujer común que, gracias a su fuerza de voluntad y a su compromiso con la justicia, se convirtió en un símbolo de la lucha por los derechos humanos en todo el mundo.