Cristian Adrián Ritondo y Sergio Alejandro Berni, sociedad que conduce a la Policía bonaerense (al abismo).
Axel Kicillof sufre las designaciones que hizo Cristian Ritondo, el alma de la bonaerense, y que Sergio Berni nunca quiso modificar en pos de su proyecto recaudatorio electoral (Berni quiere ser candidato a gobernador, aún contra las intenciones reelecionistas del propio Axel).
Cuando asomaba el finde extra largo y las rutas de salida de las grandes urbes estaban cargadas de automovilistas, sedientos de huir por unas horas de la locura cotidiana, para zambullirse en la pesadilla vacacional, una tragedia se comenzaba a delinear en el mítico bosque platense.
En noviembre de 2018, el entonces ministro de Seguridad Cristian Ritondo junto al entonces superintendente general de Policía, comisario general Fabián Perroni, pusieron en funciones al comisario general Alejandro Rey, en la Secretaría General de Policía.
Rey hizo una brillante carrera lustrando escritorios con Blem, acercando los sobrecitos de edulcorante al jefe de turno y encargándose fielmente de tener siempre pizzas crocantes para sus ocasionales superiores.
Este uniformado que se encontraba en el estadio tripero la noche trágica del pasado jueves 6 de octubre 2022, era uno de los dos comisarios generales "in situ", pero su impericia fue puesta a prueba bajo la atenta mirada de sus subordinados con rango, llenos de calle y militancia de comisaría, que detestan a los administrativos con poder.
Cuando la gente de la tribuna Centenario, la popular que se encuentra del lado del bosque, quiso salir ante la imposibilidad de algo tan simple como respirar, se encontró con las puertas del estadio cerradas, por orden de la misma policía que disparaba gas lacrimógeno, desde afuera hacia adentro, para que el público no forzara los portones y saliera despavorido.
Ahí existieron órdenes claras y las modulaciones de los handies policiales así lo indicarían, tanto para cerrar las puertas como para reprimir. La policía es una fuerza muy verticalista y nadie de bajo rango tomaría semejante decisión sin el aval de una orden superior de alguien con mucha chapa.
Alguien dio la orden de cerrar las puertas del estadio para que la gente no pudiera salir, de tirar balas de goma a mansalva y de llenar el estadio de laserantes gases lacrimógenos. Eso no lo hace un policía de bajo rango como los que cierran puertas o aprietan el gatillo, si no tienen una orden que los motive.
Y da la casualidad que en el estadio de Gimnasia había dos comisario generales, ambos con el máximo rango posible como para dar esas órdenes. Por eso, es muy plausible pensar que en la causa que lleva adelante el fiscal Martín Almirón, los jefes Alejandro Rey y Sebastián Perea, estén hasta las manos, aunque traten de esconderse.
Las malas lenguas dicen que esta tragedia fue un caramelo para el actual jefe de la bonaerense, comisario general Daniel Alberto García, quien fuera segundo de Perroni y luz de los ojos del alma de la bonaerense. Aseguran que Cristian Ritondo vive en cada perdigón disparado en la noche del jueves en La Plata.
Solo Dolo
La carátula de la causa habla de “estrago doloso”, según la interpretación del fiscal Martín Almirón. Si bien su hermético accionar busca que la línea investigativa se mantenga sin
intervenciones espurias, ya dejó claro en la tapa del expediente, que se cometieron delitos que eran imposibles de obviar para los encargados del operativo, y también para sus jefes.
Aseguran que el dinero que no cobran los pibes de la Vucetich, "va a parar a los bolsillos de los de arriba", y es mucho dinero el que juntan en una noche de fútbol.
La fiscalía además se pregunta qué hacían los colimbas bonaerenses (Cadetes de la Policía de la Provincia de Buenos Aires) formados sobre la calle 60, cuya imagen acompaña esta nota en exclusiva, en lugar de los oficiales que sí debían estar allí.
El ministro de Inseguridad creyó ver en el comisario general Daniel Alberto García, la continuidad del libro que Horacio Verbitsky escribió allá lejos y hace tiempo, pero nunca perdió vigencia: "Robar para la corona siempre es una cucarda que garantiza un futuro próspero".
El “fino García”, como lo llaman sus amigos, fue segundo del comisario general Fabián Perroni, contador incólume del formador de contadores, Cristian Ritondo.
Esa cualidad encandiló al ex militar devenido en chacarero patagónico, Sergio Alejandro Berni, creyendo entrever la luz recaudatoria aceitada, que facilitaría sus deseos de campaña para acceder al sillón de Dardo Rocha (aquí la lealtad es un valor que cotiza menos que el Austral).
Solo la falta de lectura política o un juego a dos puntas podría explicar semejante yerro por parte del helicopterista, abogado, médico, militar, karateka y no sé qué otra cosa, además de aportante de declaraciones duras para el prime time de las señales de noticias.
La grieta de Berni
Un sector peronista de la mayor estructura policial de la Argentina, se encuentra en una virtual guerra fría con la superioridad heredada de los tiempos de María Eugenia Vidal, que responden a Berni y a Ritondo.
La tragedia del último jueves está cruzada por la superestructura de la política, que no logra dirimir candidaturas sin el deporte bonaerense de tirarse un muerto cada dos o cuatro años, según la conveniencia del momento.
Horas antes del partido entre Gimnasia y Boca, la superintendencia de la Policía bonaerense vio salir eyectado al comisario recaudador Luis Humberto Castillo, que más temprano que tarde terminará dándose una vuelta por tribunales, intentando explicar ciertas maniobras que por ahora, son un debate aparte; en su salida, intervino el ala peronista de la fuerza.