Política

Motociclista Borracho Mete Guita y Golpes en Escabroso Lío en La Plata

Una historia al rojo vivo se armó en las calles de La Plata, cuando un chabón de 35 años, ojos en sangre, aliento a puro escabio y hablando como si tuviera una papafrita en la boca, fue interceptado por los ojos atentos de la central de monitoreo municipal. El tipo se mandó una montada de esas que te hacen pensar que el flaco quería abrazar a San Pedro de cerca. Lo agarraron en plena movida de zigzag y hasta se dio el lujo de darle un sopapo a un oficial de la cana, con el casco de por medio.

El loco empezó a hacer lío en la calle 3 entre 44 y 45, y la fiesta terminó en la base del municipio, en la dirección 20 y 50. Los cachivaches de la Comisaría de Patrullas de La Plata llamaron a los canas municipales de Control Urbano para que se metan en la movida. La moto, una Honda XR roja de 125 cilindros, y el motociclista fueron mandados de una patada al corralón de la Dirección de Tránsito, a ver si se les pasaba la chupada.

El lio se armo en el galpón. El tipo, haciendo honor al título de borracho de la ciudad, se hizo el pelotudo y no quiso soplarse el alcoholímetro. Ahí fue cuando arrancaron las puteadas y el flaco desenfundó su ingenio para darles a todos un show gratuito. Le cantó las cuarenta a los polis y a los agentes municipales, que tenían más paciencia que un cura en un confesionario.

 

Pero la cosa no quedó solo en palabras. El flaco, más agresivo que un loro en un bar de marineros, le pegó a uno de los oficiales de la Policía Local con el casco que se colgaba en la cabeza. El oficial terminó con magullones y el chabón, en el forcejeo, también quedó para el arrastre.

 

El circo terminó cuando se lo llevaron en cana al de 35, que vivía cerca del Hospital San Martín. Lo embocaron en la Comisaría Primera, donde le tiraron un parte por la boludez que se mandó.

 

Y por si no fuera suficiente, la causa saltó a la UFI N° 8, en manos del fiscal Martín Almirón. El borrachín terminó imputado por resistencia y atentado contra la autoridad.

 

En La Plata, las motos son como las moscas: no faltan, y la cosa suele terminar en bardo.