Política

Las Mil Casas: Crónica de un Barrio Obrero y su evolución social

El Barrio Las Mil Casas, pionero en la historia de la vivienda obrero en Latinoamérica, es un reflejo palpable del alma y la esencia de sus habitantes. Fundado entre 1885 y 1887 para albergar a los trabajadores de los talleres de Otto Krause, el barrio no solo fue testigo de la primera huelga nacional en Argentina, sino que también se convirtió en un microcosmos de la vida cotidiana de la época.

Con sus calles impregnadas de historias, el barrio fue creado por Juan Eduardo León de la Barra y su sobrina Emma, quien además de ser autora del primer best seller argentino, provenía de un linaje que se remonta a Alfonso IX, Rey de León del siglo XII. La vida en Las Mil Casas, por entonces, estaba marcada por una rutina ordenada y unas costumbres muy arraigadas.

Los hombres de la familia trabajaban en el ferrocarril o en los talleres cercanos, mientras que las mujeres, que por lo general eran amas de casa, se encargaban de mantener el hogar y la familia. A menudo, las familias eran numerosas, y la presencia de parientes ancianos en la vivienda era común debido a la escasez de geriátricos.

Una característica destacable del barrio era la rutina matutina de barrer la vereda. Todas las vecinas, armadas con sus escobas y acompañadas por el ruido de las novelas radiales que se escuchaban a todo volumen, se reunían frente a sus casas para comentar los últimos capítulos de las novelas populares. Las radios sintonizadas en la misma frecuencia permitían que las mujeres interactuaran entre sí sin perderse ningún detalle de las transmisiones.

El control estricto del presupuesto hacía que el salario promedio alcanzara para mantener a una familia con un solo ingreso, por lo que contratar servicio doméstico era un lujo fuera del alcance de la mayoría. Las tareas del hogar se repartían entre los miembros de la familia, y los niños realizaban mandados o llevaban comida a familiares y amigos, mostrando una notable solidaridad comunitaria.

El barrio conocía de cerca la enfermedad y la recuperación. Cuando alguien caía enfermo, se solía enviar un reconfortante caldito de pollo, preparado con aves proporcionadas por vecinos generosos. En caso de enfermedad de la esposa, la comunidad se movilizaba para apoyar, pues era impensable que el marido faltara al trabajo, y menos aún que participara en las tareas domésticas, lo cual se consideraba inapropiado y poco viril.

Las labores domésticas, como el lavado de ropa, eran arduas. La ropa se lavaba en piletas de cemento al aire libre, utilizando una tabla de lavar y pan de jabón. El proceso, que incluía remojar, frotar, enjuagar y secar, era extenuante. Los avances tecnológicos, como los primeros lavarropas, heladeras eléctricas y cocinas eléctricas, trajeron alivio, aunque la vida cotidiana continuó su curso con sus desafíos y costumbres tradicionales.

La llegada del televisor a finales de la década de 1950 marcó un hito en la vida del barrio, transformando la forma en que los residentes se informaban y entretenían. Las tardes de lluvia, antes llenas de imaginación y juegos en la radio, se reemplazaron por una nueva realidad en la que el televisor ocupó un lugar central en los hogares y en la vida social del barrio.

Las celebraciones y eventos comunitarios, como las fiestas de fin de año y los carnavales, se realizaban en la calle y en el Club Villa Rivera. Estos momentos no solo reflejaban la unión del barrio, sino también sus costumbres y tradiciones. Los niños esperaban con ansias estos eventos, que eran la ocasión ideal para conocer a otros pequeños y vivir sus primeros romances.

El barrio también tuvo sus personajes y anécdotas memorables, desde Pucherito y Peloduro hasta el Turco Loco y su peculiar hábito de leer en medio de las vías del tranvía. Los vecinos solían congregarse en las veredas para ver televisión y, a veces, incluso se involucraban en los conflictos de otros, como el enfrentamiento de un matrimonio siriolibanés, apoyando a uno de los miembros con pancartas y cánticos.

Las Mil Casas, con su mezcla de realidad y fantasía, ha dejado una marca indeleble en sus habitantes y en su historia. En muchos aspectos, el barrio parece un microcosmos del realismo mágico, donde la realidad supera a la fantasía y donde cada rincón guarda una historia digna de ser contada.

El legado de Las Mil Casas perdura en el tiempo, como un testimonio de la vida cotidiana y la evolución social de un barrio que, a lo largo de los años, ha sido mucho más que un simple conjunto de viviendas. Es un reflejo de la comunidad, la solidaridad y el espíritu de sus habitantes.

Fuente: 0221.com.ar