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La Plata y Julio Verne: el mito de la ciudad futurista que nació de la literatura

Aunque parezca increíble, el mito que vincula el proyecto urbanístico de la ciudad de La Plata con la obra del extraordinario escritor francés Julio Verne nació de los ataques y el descreimiento que generaba la iniciativa impulsada por Dardo Rocha entre sus detractores. Una vez concretada la ciudad de las diagonales, se consolidó en base a sus similitudes con France-Ville, una urbe ideal reflejada en la novela Los quinientos millones de la Begum, escrita por Verne en 1879, tres años antes de la fundación de la capital bonaerense. Cada vez que se aborda el tema, surge el mismo interrogante sobre la incidencia del autor de La vuelta al mundo en 80 días en el plano platense.

El asunto adquirió otro ribete cuando, en 1889, el responsable de la delegación argentina en la Exposición Universal de París, Santiago Alcorta, ligó para siempre el nombre del escritor con la ciudad nacida de un plano.

  • “¡He aquí señores, para maravilla de todos ustedes, la ciudad de Julio Verne!” exclamó Alcorta el 25 de mayo de 1889 mientras engolaba la voz ante un calificado grupo de personas, incluido el presidente francés Marie Francois Sadi Carnot, frente al Pabellón Argentino en la Exposición Universal de París organizada como parte de las celebraciones del centenario de la Revolución Francesa.

Con un ademán refinado, Alcorta llevó lentamente su brazo hacia el panel en el que se exhibía la colección de 25 fotografías que permitían ver los grandes palacios construidos en la ciudad fundada por el gobernador Dardo Rocha el 19 de noviembre de 1882, poco más de seis años antes de la escena parisina. Las imágenes de La Plata en aquel evento generaron un gran impacto y fueron una de las joyas de la presentación. La participación del país en el encuentro internacional fue descollante, presentando cultivos, carnes refrigeradas, maderas, vinos, tejidos, cristales y libros, entre otros productos.

El pabellón nacional, una verdadera mole de acero y vidrio de 23 metros de altura y 3000 metros cuadrados cubiertos, diseñado por el arquitecto francés Albert Ballu, fue premiado como el mejor entre los exhibidos por países extranjeros y provocó una gran atracción entre los concurrentes, ubicándose apenas a metros de la imponente Torre Eiffel, inaugurada para la ocasión.

Para dar a conocer a La Plata se exhibieron, además de las fotos, las estadísticas de la provincia dirigidas por Emilio Coni, además de sus trabajos Capital de la Provincia de Buenos Aires, publicado en 1885, y Progresos de la Higiene en la República Argentina, que contiene un capítulo titulado "Una ciudad higiénica. La Plata, Capital de la Provincia de Buenos Aires". El material fue distinguido por los jurados de la Exposición con medalla de plata. También fueron premiados con medallas de plata los ingenieros Francisco Lavalle y Juan Bautista Médici por sus estudios sobre las obras de salubridad y agua corriente para la ciudad.

De las 67 medallas de oro adjudicadas a la sección argentina, una fue otorgada al gobierno de la provincia de Buenos Aires por el plano en relieve de La Plata y otra al Departamento de Ingenieros del mismo por el Registro Gráfico, plano de la ciudad, el único de los planos conocidos con la firma de Pedro Benoit, como responsable del proyecto en su carácter de titular del Departamento de Ingenieros. La Plata fue catalogada en aquella oportunidad como “ciudad del futuro”, destacándose su traza geométrica y la disposición de sus palacios y espacios públicos.

Al término de la exposición de París, Alcorta elaboró un pormenorizado informe en el que combinó aciertos y errores. En ese trabajo señaló que “Las fotografías de las escuelas de la capital y las de los palacios de La Plata, que hemos presentado, llamando a ésta, la ciudad de Julio Verne, han producido admiración en todos, entre la gente instruida, como entre los simples curiosos”. En el voluminoso documento de 650 páginas titulado La República Argentina en la Exposición Universal de París 1889. Colección de informes reunidos, el delegado del gobierno apuntó algo que le había llamado la atención de la reacción de los visitantes del pabellón: “la impresión que esas vistas producían en el espíritu de los visitantes del pabellón, y que se traducían en sus exclamaciones: ¡hay cosas como las de aquí!; ¡hay tranvías, hay plazas, hay jardines como los nuestros!”.

Según crónicas de la época recogidas por varios investigadores de la ciudad, entre los presentes en el Pabellón Argentino estuvo el mismísimo Verne, de quien hasta se ha llegado a decir que en aquella ocasión le entregó en mano a Dardo Rocha una de las distinciones, una versión que alimenta la leyenda pero es de dudosa comprobación.

No es fácil establecer, no obstante, si aquella utilización del nombre del novelista francés en la presentación oficial fue un golpe de efecto propagandístico premeditado o no; lo cierto es que se trata de uno de los escasos elementos concretos de un vínculo alrededor del que durante todos estos años se ha alimentado un vigoroso mito.

De la prolífica y visionaria narrativa de Julio Verne, que por esos años se había vuelto un exitosísimo escritor cuyas sagas futuristas deslumbraban al mundo entero, se desprende su preocupación manifiesta por los avances de la ciencia y el urbanismo; en especial su vinculación con el higienismo que era una corriente en boga en aquel momento. Era tal su ingenio que en sus creaciones no sólo imaginó ciudades del futuro sino también submarinos, máquinas voladoras y viajes espaciales siendo considerado uno de los padres de la ciencia ficción. Alguna vez escribió: “Todo lo que una persona puede imaginar, otros pueden hacerlo realidad”.

Al revisar su obra es posible advertir la importancia que le daba a la construcción de los entornos urbanos para sus historias a la vez que resulta ostensible la profundidad y amplitud de sus conocimientos sobre las ciudades de su tiempo y los problemas que las afectaban. Imbuido de la concepción sansimoniana del “progreso continuo”, que caracterizó su época, seguía con avidez las discusiones derivadas de la era del industrialismo. Las ciudades imaginarias de sus textos están inspiradas en su interés hacia lo utópico en relación con la complejidad de lo urbano, los avances técnicos de la arquitectura y las teorías sostenidas por los sanitaristas.

En ese tiempo, las novelas del escritor francés eran leídas con fruición en el Río de La Plata. A medida que el proyecto impulsado por Dardo Rocha fue tomando cuerpo crecieron también sus detractores que fueron quienes lanzaron la consigna de La Plata como “la ciudad de Julio Verne” con un sentido irónico y peyorativo con el que buscaban señalar que la metrópoli en ciernes sólo era una fantasía como acostumbraban las historias del autor de De la tierra a la luna y que nunca llegaría a concretarse. Rápidamente ese planteo prendió en los periódicos porteños y la asociación comenzó a naturalizarse.

En ese sentido, suele citarse un editorial publicado en El Diario el 14 de noviembre de 1882, a cinco días de la fundación, titulado “Obras son amores”. Allí se indicaba: “Los literatos de primera camada, aquellos que se nutren de la lectura fácil de las novelas modernas y saben su historia y su ciencia tal como la explican los romances populares, encontrarán ocasión propicia para decir que La Plata es una ciudad fantástica, una ciudad a lo Julio Verne”. En su conclusión el artículo sale en defensa de la iniciativa oficial y sostiene que “Ya nadie lo pone en duda; han desaparecido los literatos romancistas, que la llamaban ‘ciudad a lo Julio Verne’. Todos los que antes la negaban hoy están callados”.

Fundado el 8 de septiembre de 1881, El Diario era uno de los periódicos porteños más importantes de la época, dirigido por Manuel Láinez, quien lo convirtió en un órgano pro oficialista y, en ese contexto, uno de los principales promotores de la nueva capital así como, luego, de la candidatura de Dardo Rocha a la Presidencia de la Nación. Durante la gobernación de Rocha, Láinez alternó su actividad empresarial periodística con cargos políticos: fue secretario de la Cámara de Senadores bonaerense y luego, a partir de 1882, diputado provincial.

Otras publicaciones que rastrean o especulan sobre posibles lazos entre el escritor y la ciudad hasta mencionan posibles encuentros de Verne y Benoit tanto en Europa como en Buenos Aires, donde el francés habría estado en una difusa fecha de la década de 1870. Esta última versión era sostenida por el fallecido historiador Eduardo Sebastianelli, quien señalaba como punto de contacto la masonería. Verne habría visitado Argentina para participar de un congreso masón y la mayoría de los proyectistas y colaboradores de Rocha participaban de las logias ante las que el escritor habría expresado sus ideas urbanísticas. No obstante, quienes han estudiado la vida de Verne aseguran que durante toda su vida el novelista francés sólo se alejó de su país para una serie de viajes de turismo.

No obstante, los elementos presentes en la novela Los quinientos millones de la Begum coinciden con muchos aspectos de la traza de la ciudad: barrios uniformes y simétricos que irradian desde un núcleo central, ejes de avenidas principales formando una cruz y diagonales intermedias, plazas arboladas y los edificios más importantes en el centro.

Si bien estos elementos también forman parte de las corrientes urbanísticas que rigieron la conformación de diversas ciudades de América Latina y Europa, Verne fue tan descriptivo en esa novela que parece natural que se haya convertido en referencia para los promotores del proyecto bonaerense.

La hipótesis de una supuesta influencia del escritor francés en el proyecto urbanístico de La Plata ha sido alimentada con elementos de la cultura popular. Uno de ellos está presente en la película El hombre nuclear (1975), en la que el protagonista, interpretado por Steve Austin, dice mientras contempla el plano de La Plata: “Lo diseñó Julio Verne”.