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La otra cara de la fundación de La Plata: hambre y desigualdad en el festejo

La fundación de La Plata, el 19 de noviembre de 1882, fue un acontecimiento histórico marcado por la opulencia y la ambición de progreso. Sin embargo, detrás de la fachada de celebración y desarrollo, se escondía una realidad menos glamurosa: la desigualdad y el sufrimiento de cientos de personas que habían acudido a la nueva ciudad en busca de oportunidades.

Mientras los invitados especiales degustaban manjares en una suntuosa cena y brindaban por el futuro de La Plata, un grupo de aproximadamente cuatrocientos exaltados clamaba por comida a las afueras del festejo. Habían pasado horas sin comer, a pesar de haber sido convocados para participar en la ceremonia fundacional.

El ingeniero Pedro Benoit, uno de los principales organizadores del evento, se mostró visiblemente conmovido ante esta situación. Si bien había puesto todo su empeño en que la fundación fuera un éxito, la imagen de los manifestantes hambrientos lo llenó de una profunda tristeza.

"De Antonio Ayerbe a Antonio Ciambra", reflexionó Benoit, recordando a sus maestros y la importancia de la solidaridad. "Ciambra cumplió y no es poco. Podré apoyarme en él", pensaba, mientras observaba a los trabajadores que habían cavado el pozo para la piedra fundacional, quienes también habían pasado por momentos de gran dificultad.

Por su parte, el gobernador Dardo Rocha, visiblemente preocupado, ordenó que se enviara un tren para trasladar a los manifestantes a Buenos Aires. Sin embargo, el servicio se demoró, dejando a los hambrientos expuestos a las inclemencias del tiempo.

La fundación de La Plata fue un hito fundamental en la historia argentina, pero este episodio nos recuerda que el progreso no siempre es sinónimo de justicia social. La imagen de los manifestantes hambrientos es un recordatorio de que, incluso en los momentos de mayor celebración, es necesario mantener la mirada puesta en aquellos que se quedan al margen.