En un amanecer gélido de 1916, cuando el mundo estaba sumido en la Gran Guerra, dos argentinos, Eduardo Bradley y Ángel María Zuloaga, emprendieron una hazaña que parecía sacada de una novela de Julio Verne: cruzar la Cordillera de los Andes en globo. A bordo del "Eduardo Newbery", bautizado en honor a su mentor Jorge Newbery, estos pioneros de la aviación argentina desafiaron las alturas y las adversidades para unir a dos naciones.
Con el mundo a sus pies y el viento en las caras, Bradley y Zuloaga experimentaron la emoción y el terror de surcar los cielos a más de 8.000 metros de altura. El frío era intenso, el oxígeno escaseaba y el peligro acechaba en cada turbulencia. Sin embargo, su valentía y determinación los llevaron a completar esta épica travesía, convirtiéndolos en héroes nacionales.
La idea de cruzar los Andes en globo había sido concebida por Jorge Newbery, el padre de la aviación argentina, quien trágicamente falleció antes de poder realizar su sueño. Bradley, impulsado por la admiración hacia su mentor, se propuso llevar a cabo esta hazaña en su memoria.
La preparación fue exhaustiva y demandó meses de trabajo. Se construyó un globo gigante, se fabricó hidrógeno y se realizaron numerosas pruebas. A pesar de las dificultades y los pronósticos pesimistas, Bradley y Zuloaga lograron su objetivo, demostrando que la pasión y la voluntad humana pueden superar cualquier obstáculo.
Lamentablemente, con el paso del tiempo, la hazaña de Bradley y Zuloaga fue cayendo en el olvido. Si bien en su momento fueron reconocidos y celebrados, sus nombres se perdieron entre las páginas de la historia.
Sin embargo, en los últimos años se ha producido un renovado interés por esta gesta. Historiadores y entusiastas de la aviación han rescatado del olvido esta historia y la han dado a conocer a las nuevas generaciones.
La travesía de Bradley y Zuloaga nos recuerda la importancia de soñar en grande y de perseguir nuestros objetivos con determinación. Su valentía y espíritu pionero siguen siendo una fuente de inspiración para todos aquellos que buscan alcanzar metas ambiciosas.
La travesía de Bradley y Zuloaga es un recordatorio de que los límites son solo mentales y que con esfuerzo y dedicación podemos lograr cualquier cosa que nos propongamos.