Los golpistas de siempre, ahora inescrupulosos habitantes de Twitter, agitan desde la cueva del Círculo Rojo buscando esa sangre que históricamente ponen otros.
Agoreros de bares porteños, teléfono en mano, siembran todo (gracias a Dios poco) el pánico que esté a su alcance, para sacar tajada del miedo de una clase media mayoritariamente pendenciera de teclado, ilustrada en los papeles y muy limitada en sus dotes de intelecto.
Envalentonados con los números que colocan a los hastags #saqueos y #renuncia en el Top Five del ránking de tendencias en la red del pajarito, baten el parche de la intolerancia sin piedad y poniendo muy poco de lo suyo en juego.
Sin embargo, semejante locura espanta por igual a oficialistas (que no pueden alentar el caos desde el mismísimo timón del Titanic) y opositores (que necesitan imperiosamente que “Alberto el inútil” llegue hasta las elecciones de 2023 sentado en su despacho de Balcarce 50 para mostrar el desastre que deja el peronismo).
Ojalá que la racionalidad de amarillos y celestes triunfe por sobre la inescrupulosidad de quienes solo buscan lucrar con las innumerables estampidas de un dólar indomable.
El caos está a la vuelta de la primera esquina, y llamarlo nos perjudica a todos. Cuidar la institucionalidad es responsabilidad de cada uno de nosotros. No tuitees boludeces…